Fuente: Panam Post
Por Armando Colina
Al hablar de Salvador Allende se invoca generalmente la figura de un hombre justo, honesto, demócrata, íntegro, defensor de los desposeídos y víctima de un golpe de Estado que le impidió a este Robín Hood chileno brindar a su pueblo el bienestar que tanto deseaba. Esta ha sido la narrativa engañosa que han promovido los socialistas. Pero se puede refutar con facilidad al examinar lo que hizo en Chile y el legado que dejó. Un ejemplo representativo del socialismo de Salvador Allende es el caso de Antonia Maechell Ricardi. Esta mujer, despojada de manera violenta de sus tierras agrícolas y ganaderas por socialistas y comunistas alentados por las políticas de Allende y Cuba, fue agredida y violada por un grupo de invasores en su propiedad, lo que la llevó finalmente a tomar la trágica decisión de quitarse la vida.
El discurso de Allende se enfocaba en la defensa de los derechos sociales de los pobres, tomando como ejemplo a Cuba. A principios de la década de 1970, cuando Allende llegó a la Presidencia, el régimen cubano ya había estado durante más de diez años cometiendo asesinatos de inocentes, encarcelando y haciendo desaparecer a cualquier ciudadano cubano que pudiese considerarse una amenaza para el socialismo, incluso, fusilaban públicamente a los opositores. Este era el modelo para Allende, quien contaba con el apoyo de Fidel Castro, su aliado que incluso le obsequió un fusil. Las políticas del socialismo cubano se impusieron en Chile. Existen registros, testimonios, declaraciones, documentos y pruebas de que, durante el gobierno de Salvador Allende, había miles de soviéticos y cubanos, tanto civiles como militares, involucrados en la tarea de radicalizar el régimen socialista de manera literal.
La observación destacada que se debe tener en cuenta en este contexto es bastante clara. Aunque Allende pudiera haber tenido buenas intenciones y se considerara un demócrata, sus acciones sugieren lo opuesto. Intentar convertir a Chile en una réplica de Cuba implicaba seguir el mismo camino de abuso de poder que se observa hoy en Venezuela. Cuba era su modelo a seguir, y las expropiaciones, las ocupaciones ilegales de tierras, las listas de racionamiento, el adoctrinamiento en las escuelas y los grupos armados no conducían a Chile hacia el bienestar social, sino hacia el caos. Si Allende realmente aspiraba a mejorar su país, priorizando la educación, la salud, la vivienda y la estabilidad nacional, buscar inspiración en Cuba era totalmente contradictorio; su verdadera intención parecía ser empobrecer al país y perpetuarse en el poder a través de la represión y la persecución a sus opositores, como se evidenció hasta el golpe de Estado.
Para desmantelar el mito sobre Allende y sus supuestas buenas intenciones es suficiente examinar sus políticas, discursos, su modelo a seguir, así como la violencia y el odio que fomentó en Chile, un legado de hostilidad que ha perdurado de generación en generación hasta nuestros días. Salvador Allende fue un dictador, un mitómano y un títere al servicio de Fidel Castro. Ignoró a Venezuela, para ese entonces el país más próspero de toda Latinoamérica, donde se garantizaba una educación de calidad en todos los niveles, el acceso a la salud y el derecho a la vivienda, con un salario mínimo que era el más alto de la región y una moneda nacional que estaba casi a la par con el dólar estadounidense. Este no fue su modelo, ya que allí existía democracia y elecciones libres y periódicas. Por el contrario, su objetivo era seguir al pie de la letra el ejemplo de un gobierno impuesto a sangre y fuego, tal como lo fue el de Fidel Castro.
Esto es solo un breve resumen del mito que han creado alrededor de Allende, un aprendiz de dictador que intentaba conducir a su país hacia la esclavitud cubana, al igual que los socialistas en otras naciones. Augusto Pinochet detuvo sus aspiraciones y solo quedó el mito de Allende en las falacias de los socialistas; en la realidad, fue simplemente un fracasado que, afortunadamente, fue derrocado. Allende es un mito fácil de desmantelar, aunque resulte difícil de aceptar para aquellos que continúan bajo el adoctrinamiento y la idolatría. Dos posiciones sobre el mismo personaje, una es una leyenda basada en la mentira, y la otra una realidad fehacientemente demostrada.