Por Celeste Caminos – Mundo Libre diario
El primer mandato de Trump (2016-2019) estuvo marcado por su promesa de “drenar el pantano”, un llamado a erradicar la corrupción y las malas prácticas en Washington. Para ello, eligió para formar su gabinete a personas con un destacada trayectoria política y los primeros tiempos hubo cambios reiterados. Al final, siguió sin lograr el objetivo deseado y muchos de sus colaboradores cercanos finalmente lo traicionaron como su vicepresidente Mike Pence, el ex consejero de seguridad John Bolton y el ex fiscal general Jeff Sesions.
Tras su victoria en las elecciones presidenciales de 2024, Donald Trump ha mostrado una nueva perspectiva al conformar su gabinete y esta vez ha priorizado otro perfil de candidatos. En muchas de sus elecciones se ve también una afinidad ideológica con él, lo que incluye a personas anticomunistas y con profundas convicciones religiosas.
La evolución de Trump refleja no solo su aprendizaje político, sino también su fe. Como cristiano devoto, Trump ha mencionado en múltiples ocasiones que su éxito está ligado a lo divino. Uno de los momentos más simbólicos ocurrió el 5 de Julio de 2024, durante un mitin en Pensilvania en el que sobrevivió a un intento de asesinato. Trump interpretó el incidente como una intervención divina, señalando que ese día su fe adquirió un significado más profundo.
“Dios me salvó con un propósito, que es hacer que nuestro país sea más grande que nunca”, declaró en un mitin posterior, mientras sostenía una cruz de madera que le fue obsequiada por residentes locales.
En la cultura tradicional china, las personas eran seleccionadas por su talento y méritos morales, conceptos que han sido erosionados en las sociedades modernas, tanto en Oriente como en Occidente.
En la antigüedad, la fe era un criterio crucial para seleccionar líderes íntegros y comprometidos. Según esta visión, creer en Dios ayuda a las personas a mantener el rumbo ético, evitando caer en la corrupción o el egoísmo. Esta filosofía no solo aplica a la política, sino también a otros ámbitos, como la formación de equipos en empresas o la construcción de comunidades sólidas.
Trump parece rescatar este principio al elegir a personas con una sólida fe y valores éticos para ocupar puestos importantes. Ejemplo de ello es Marco Rubio, su nominado a Secretario de Estado, quien se identifica como católico romano y ha expresado públicamente su creencia en Jesucristo como el salvador.
Por otro lado, Pete Hegseth, propuesto para dirigir el Pentágono, lleva un tatuaje con la inscripción latina “Deus Vult” (“Dios lo quiere”), un testimonio de su fe y valores. También podemos nombrar a su vicepresidente JD Vance quien es conservador y se convirtió al catolicismo hace pocos años ya que provenía de una familia atea. Fue bautizado el 11 de agosto de 2019 en el Priorato de Santa Gertrudis, en Cincinnati.
El lema “Dios bendiga a América” trasciende la retórica patriótica. Para Trump, encarna un llamado a recuperar la moralidad y los valores que hicieron grande al país. Solo una sociedad con líderes y ciudadanos guiados por la fe y la ética, argumenta, puede aspirar a recibir las bendiciones divinas y avanzar hacia un futuro más prometedor.