Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

Los medios de comunicación belgas, especialmente en la región francófona, han implementado desde hace años una práctica conocida como «cordón sanitario mediático«, cuyo objetivo es negar la presencia mediática a los líderes y partidos políticos considerados de «extrema derecha». Esta medida, que está muy extendida entre los periodistas belgas desde el momento en el que finalizan la carrera universitaria, afecta tanto a los medios privados como a los públicos, incluidos aquellos financiados con impuestos de los ciudadanos, entre ellos los votantes de los partidos excluidos.

El cordón implica que los partidos oficialmente reconocidos y que participan en las elecciones democráticas no tienen acceso a entrevistas ni a espacios en los principales medios de comunicación. Esto significa que, independientemente de su representación o legitimidad en el ámbito electoral, sus líderes se ven imposibilitados de expresar directamente sus ideas y programas a través de la televisión o la radio, lo que limita de manera significativa su alcance hacia la ciudadanía.

Los defensores de esta práctica argumentan que es una forma de «evitar la normalización de discursos que consideran contrarios a los valores democráticos» y de «prevenir la propagación de mensajes que puedan ser divisivos o populistas». Por ejemplo, periodistas belgas han afirmado que alguien como Marine Le Pen no sería entrevistada en vivo en Bélgica porque «no podrían controlar previamente lo que va a decir«, lo que, según ellos, podría dar lugar a la difusión de ideas que consideran peligrosas.

Sin embargo, esta política de censura no afecta por igual a todos los partidos políticos. Partidos islamistas en pleno ascenso no parecen estar sujetos a este veto mediático, lo que ha generado críticas sobre la falta de coherencia en la aplicación del cordón sanitario. Algunos detractores señalan que esto podría deberse a que los islamistas adoptan posturas progresistas en algunos temas polémicos, lo que aparentemente les exime de ser categorizados como problemáticos por los medios.

La aplicación del cordón sanitario acaba de provocar una nueva controversia en torno a la RTBF, la cadena pública de radiodifusión y televisión que presta servicios a la comunidad francófona belga. La RTBF decidió no emitir en vivo el discurso de juramentación de Donald Trump, considerándolo «parte de la extrema derecha» y justificando que sus palabras podrían requerir análisis y contextualización antes de ser presentadas al público. En su lugar, optaron por transmitir el discurso en diferido, acompañado de comentarios y explicaciones de los periodistas, una decisión que ha sido calificada por algunos como una forma de censura encubierta.

La directora editorial de la RTBF ha defendido públicamente esta postura, asegurando que no se trata de censura, sino de una medida para garantizar una cobertura responsable. Sin embargo, la ministra belga de Medios ha anunciado que interrogará a la cadena sobre los «argumentos jurídicos» y la metodología que respaldan esta decisión, dejando entrever que podría haber un exceso de discrecionalidad en la aplicación de estas políticas.

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