Brasil y Argentina conllevan una gran historia en torno al comercio bilateral, fuertemente potenciado en la década de 1990 con la disminución de aranceles y el intento aperturista que significó el Mercosur.
Las pésimas condiciones empresariales argentinas y el actual rumbo económico elegido por el presidente Alberto Fernández, provocaron un gran interés por parte de las firmas argentinas para radicarse en Brasil, especialmente en el sector automotriz.
La llamada “política industrial” de Fernández, parece devenir en un rotundo fracaso. Ni la administración del ministro Martín Guzmán ni el propio ministro Matías Kulfas, brindaron algún tipo de medida compensatoria para modificar el esquema de incentivos en estas empresas.
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Mientras que Brasil optó por una vía aperturista como modelo de desarrollo de largo plazo, la Argentina eligió proteger cada vez más su industria.
A pesar de las numerosas protecciones arancelarias, cada vez menos industrias apuestan por Argentina. En tan solo dos semanas, las compañías Basf, Axalta y Gobain Sekurity, anunciaron el cese de sus operaciones en el mercado argentino, para incorporar empleados y abrir más filiales en territorio brasileño.
Brasil ofrece grandes oportunidades en materia de demanda, pues la economía brasileña estima caer en alrededor de 6 puntos según las últimas correcciones, lo que significa menos de la mitad de lo que se proyecta para Argentina (entre 12 y 15 puntos para 2020).
Sin embargo, un factor clave en la decisión por parte de este tipo de empresas, es el sistema legal e impositivo, y las grandes discrepancias que presentan ambos países. Mientras que en Brasil el rumbo del presidente Bolsonaro y su ministro Paulo Guedes, apunta a la liberalización de la economía y la reducción impositiva, Argentina marcha en un rumbo radicalmente opuesto.
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Las condiciones macroeconómicas que ofrece el Brasil de Bolsonaro parecen inalcanzables para la gestión Fernández: un país sin control de cambios, una inflación inferior al 3% anual, mayor flexibilidad laboral, un crecimiento económico más estable, y un sistema impositivo más amistoso con el capital.
Este proceso de éxodo de fábricas con destino a Brasil no resulta nada novedoso, y se repitió históricamente en contextos adversos para la economía argentina. Durante el 2019, la fábrica de automotores MWN, y la empresa productora de cosméticos L´Oreal, anunciaron el cierre de sus operaciones en argentina, y decidieron trasladar sus fábricas a Brasil.
“Gracias a la credibilidad de Brasil, los inversores vienen para generar más empleos y más actividad económica en nuestro país”, aseguraba Jair Bolsonaro, entrevistado en noviembre de 2019.
Según los últimos datos del Banco Central de Brasil, se produjo un rebote de la actividad económica para el mes de mayo de 1,31%. Este hecho podría marcar un piso en la recesión (en el mes de abril), y así fijar el rumbo hacia una tenue recuperación. El rebote registrado en Brasil fue sustancialmente menor a lo que se estima para nuestro país, pero se debe tener en cuenta que la caída inicial brasileña también fue mucho menor, cerca de la mitad de lo que experimentó argentina en los primeros meses del año.
La economía argentina presenta una amplitud muy superior en el nivel de caídas y posteriores recuperaciones, pero el resultado final de ese comportamiento es desfavorable. A la luz de los nuevos datos en materia de actividad económica, Brasil recortó positivamente su previsión de crecimiento para 2020, pasando de una caída de 6,5% al 6,1%.
El rebote simplemente podría marcar el cambio en el rumbo de la economía, pero no constituye una recuperación por sí mismo, pues la actividad permanece un 14% por debajo del nivel que tenía en el 2019.
En el día de hoy, Bolsonaro anunció el nuevo “Marco Legal de Saneamiento Básico”, que tiene como propósito conseguir todo lo contrario a lo que generó Argentina: garantizar la seguridad jurídica, los derechos de propiedad y la competitividad, para atraer nuevas y mejores inversiones.
Las distintas trayectorias económicas entre ambos países demuestran el resultado secundario que provoca el aislamiento social generalizado en el tiempo.
Queda en evidencia que no es el Covid-19 el que provoca el derrumbe económico; es la acción de los gobiernos en implementar la cuarentena la que provoca paulatinamente la destrucción de la economía. Alberto Fernández confunde, convenientemente, las causas de la crisis.
Fuente: Derecha Diario.
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