Por Amando de Armas para Montevideo Portal
El mundo esta inmerso en un proceso de cambio epocal no visto en la historia desde la reforma protestante y revolución francesa. Son cambios espirituales que se expresan como cambios culturales, primero, y económicos y geopolíticos después.
En esos mandatos del numen epocal se usan armas no ya convencionales -aunque también- sino armas biotecnológicas y de propaganda y contra propaganda, de modo que la verdad quedaría relegada, como en tiempos de la Guerra de Troya según se aprecia en Homero, a las artes adivinatorias, la religión y la filosofía.
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Así una pandemia que parecería creada para perjudicar a EE.UU y a la administración Trump, ha terminado por perjudicar sobre todo a China y a sus mercados y por dar el puntillazo más peligroso al globalismo y, va de suyo, fortalecer el nacionalismo que encarna al presente el presidente estadounidense como expresión de los nuevos tiempos.
Ese nacionalismo conlleva la vuelta a casa de las empresas estadounidenses como ha proclamado Trump desde el comienzo de su mandato pero, ahora sobre todo el regreso de las fábricas farmacéuticas. El congresista Mario Díaz-Balart elogió encarecidamente este 17 de marzo los esfuerzos del presidente para restituir al país las cadenas de suministros médicos cruciales ubicadas en extranjero, y declaró además estar listo para ayudarlo a alcanzar este objetivo que considera esencial en la lucha contra la epidemia del coronavirus.
El representante republicano por el distrito 25 de la Florida agrega que “gran parte de los productos médicos y farmacéuticos de Estados Unidos se fabrican en países que ignoran las normas laborales justas e internacionalmente reconocidas, y no tienen en mente los intereses de Estados Unidos. La actual crisis de seguridad nacional, exacerbada por la demora desmesurada de la China comunista en notificar a la comunidad mundial de la salud sobre la amenaza de un nuevo virus, ha iluminado estas preocupaciones. Somos muy conscientes de la vulnerabilidad causada por la excesiva dependencia de fuentes extranjeras para productos y medicamentos esenciales”.
De manera reveladora, en lugar de aceptar la responsabilidad y disculparse por su papel en la propagación de una pandemia mortal, China amenazó a través de su brazo de propaganda, Xinhua, que podría retener productos importantes y obligar a los Estados Unidos a sucumbir en “el poderoso mar del coronavirus”. En un intento descarado por desviar la culpa, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China intentó absurdamente culpar a los norteamericanos por introducir el virus en su país. Apuntó Díaz Balart que “el comportamiento de la China comunista, que suministra una gran parte de los productos médicos y farmacéuticos de Estados Unidos, debería ser una llamada de atención para todos los estadounidenses”; apunta el congresista.
Y ya que hablamos de propaganda y desinformación, tenemos que Taiwán, con 24 millones de habitantes, ha desarrollado una denodada y eficiente lucha contra el coronavirus, que comenzó con el control y sometimiento a los a exámenes de salud a los viajeros que arribaban de Wuhan en China, antes de que se confirmara la transmisión del virus de persona a persona el pasado veinte de enero.
Taiwán, Hong Kong y Singapur implementaron el primero de febrero, de manera proactiva, restricciones de viaje para los pasajeros procedentes del continente, haciendo caso omiso de la insistencia de la Organización Mundial de la Salud, OMS, de que las prohibiciones de viaje no eran necesarias. Por cierto, Cuba en el otro extremo del mundo, piensa aún lo mismo que la OMS: que no hay que aislarse sino abrirse.
Taiwán, tras el SARS en 2003, estableció un centro de comando central para epidemias, de modo que la pequeña nación asiática estaba, para el 20 de enero, preparada para al coronavirus.
La estrategia de la isla nacionalista incluía 124 factores que van desde los controles fronterizos, adecuadas políticas escolares y laborales, planes de comunicación pública y evaluaciones de recursos de salud, según el Journal of the American Medical Association.
Los estimados, acorde con el Journal, eran que Taiwán, tan cerca de China, estuviese entre los países más afectados pero hasta el presente sólo tiene 50 casos, entre ellos un fallecido, menos que Eslovenia a miles de millas de China.
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El diario Business Insider apunta que China es uno de los países más grandes por población, con 1.4 billones de personas frente a los casi 24 millones de Taiwán, y que aún así la tasa de casos per cápita de China es más de 25 veces la de Taiwán.
No obstante, como ya se ha señalado, los medios de prensa y la misma OMS no reconocen el exitoso combate de los taiwaneses contra el coronavirus. Así, Taiwán fue excluido de las reuniones de emergencia de la OMS el coronavirus, no otorgándole inclusive el permiso para asistir a la Asamblea Mundial de la Salud y a las reuniones técnicas y de expertos de la OMS. Todo ello mientras la OMS no para de elogiar la labor de China en el combate al coronavirus, sin reparar en las violaciones a derecho humanos que con ese pretexto ha acometido el país comunista.
Ni corto ni perezoso, el periódico español La Vanguardia editorializaba hace unos días que con el paso de las semanas y la progresiva disminución del número de infectados y fallecidos diarios, el consenso emergente sobre “la mayor cuarentena de la historia” es que ha servido a China para contener la expansión del virus, ganar tiempo y permitir a gobiernos y agencias de salud extranjeras capacitarse algo mejor para esta epidemia de nuevo cuño.
“Debemos agradecer lo que ha hecho China porque sus drásticas medidas nos han dado más tiempo para prepararnos”, señaló por su parte un informe reciente de la OMS, que destacó que el 70% de los 80 000 infectados en el país asiático ya se ha recuperado.
Pero más allá de las armas que se usen, sean de propaganda o de pandemia, pareciera que el globalismo no sale bien parado de esta guerra de los cambios epocales porque -entre otras cosas- por estos días de coronavirus se palpa un regreso a la religiosidad, la comuna, la cultura y la familia, como pilares de la nación.