La inteligencia estadounidense tiene grandes preocupaciones respecto a los intentos de intervención del Partido Comunista Chino en la política del país. China tiene el objetivo de evitar un nuevo mandato del republicano.

A tan solo dos meses y medio de las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo el 3 de noviembre en los Estados Unidos, agencias de inteligencia norteamericanas expresan preocupación frente a las crecientes intenciones del Partido Comunista Chino en interferir en las mismas. Su objetivo: que Donald Trump no sea reelecto.

Los reportes elaborados por las agencias de inteligencia del país alegan que China está actuando en favor de su preferencia, es decir, que el demócrata Joe Biden sea electo presidente.

Además de la tensa relación de la administración Trump con la dictadura del país asiático, en Beijing consideran al actual presidente como una “figura impredecible”, mientras que consideran a Biden más alineado con los intereses de los chinos.

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Estas intenciones de interferir en las elecciones de noviembre tienen lugar en medio de una creciente tensión entre los gobiernos de Estados Unidos y China, caracterizada en los últimos meses por, entre otros, sucesos como el cierre de los consulados en Houston, Wuhan y Chengdu.

Adicionalmente, el presidente Trump firmó el pasado jueves 6 de agosto un decreto para prohibir las transacciones con los dueños chinos de las aplicaciones TikTok y WeChat, las cuales funcionaban como apps espías y bases de datos ilegales para el gobierno totalitario chino.

El pasado domingo 9 de agosto, las aduanas de los aeropuertos O’Hare en Chicago y Fort Worth en Dallas decomisaron casi 20.000 licencias de conducir falsas provenientes de China, contrabandeadas con el objetivo de efectuar fraude electoral.

La mayoría de estas licencias falsas, documento necesario para ejercer el voto, correspondían a jóvenes de edad universitaria, con la misma foto en casi todas pero con los nombres intercambiados.

No es la primera vez que China busca interferir en una elección presidencial mediante hackeos o la extracción ilegal de información mediante aplicaciones sin el consentimiento ni conocimiento de sus usuarios.

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Esta estrategia de cíber-espionaje chino que ha atentado contra gobiernos, compañías y “think tanks” opositores, se basa en un malware de tipo RAT (remote access trojan, o troyano de acceso remoto), que permite hackear servidores remotamente y extraer información de ellos.

Estos métodos han sido implementados para corromper los sistemas del gobierno estadounidense que se dice que llevó a la victoria de Barack Obama en 2008.

Sin embargo, los chinos no son los únicos tratando de interferir en las elecciones presidenciales de noviembre. Reportes de inteligencia en los Estados Unidos han registrado intentos de hackeos a servidores e intentos de cometer fraude electoral por parte de agentes afiliados al régimen de Irán.

La estrategia de Irán es menos táctica y más agresiva, con un objetivo menos corporativo y más cultural: Teherán no busca posicionarse cerca de uno de los candidatos, sino dividir al pueblo estadounidense y debilitar sus instituciones.

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Los intentos de desestabilización por parte del régimen iraní son en respuesta a los esfuerzos del gobierno de Trump por reducir hasta eliminar la influencia del régimen teocrático de Teherán en Oriente Medio, en busca de estabilidad en la región.

Un tal esfuerzo fue el asesinato en enero de 2020 del general Qasem Soleimani, el máximo líder militar iraní y autor ideológico del sistema de represión y tortura del régimen persa.

El secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció el pasado miércoles 5 de agosto que se ofrecerán recompensas de hasta 10 millones de dólares a aquellas personas que colaboren para identificar o brinden información que pueda llevar a la identificación de personas de cualquier nacionalidad que busquen interferir en las elecciones presidenciales.

Mientras continúan saliendo a la luz los intentos de Irán y China de interferir en las elecciones, el Partido Demócrata mantiene un silencio que sugiere complicidad. Algunos dirigentes del partido, como la presidente de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, buscan promover un supuesto reporte que afirma que Rusia busca debilitar la figura del candidato demócrata, Joe Biden.

Pelosi y sus correligionarios buscan continuar empujando el fantasma del refutado Rusiagate, para ocultar la verdadera intervención de China e Irán.

En la realidad, la administración Trump ha sido de las más duras con el Kremlin en las últimas décadas, contradiciendo la postura de Pelosi, que queda reducida a tan solo un “manotazo de ahogado” para intentar salvar la poca credibilidad restante en su partido.

Fuente: La Derecha Diario

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