“Las cuarentenas se aplicaron históricamente -hay referencias bíblicas y de otras fuentes que así lo documentan- como medida de restricción de movimientos de personas o de mercadería para prevenir la propagación de enfermedades pestilenciales, por ejemplo peste bubónica o viruela, que son altamente transmisibles o contagiosas. Y de una gravedad inusitada en su presentación clínica, con elevadísima morbilidad y mortalidad”. Para poner blanco sobre negro en un tema tan controvertido, mejor empezar por el principio.
El médico infectólogo y epidemiólogo Edgardo Schinder (MN 38667) es master en Salud Pública Internacional y ante la consulta de Infobae agregó: “De ese modo se usaron (las cuarentenas) en espacios limitados, por ejemplo, embarcaciones y poblaciones pequeñas donde había confirmados casos de enfermos y abarcaba eventualmente a los sanos”.
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Y consultado sobre cómo eran entonces las cuarentenas hasta antes del arribo del nuevo coronavirus al mundo, amplió: “Cuarentena viene de 40, que es un número mágico simbólico que se reitera, por ejemplo, en la Biblia en los 40 años del pueblo hebreo en el Éxodo o los 40 días de incomunicación de Noé en su Arca, así como los 40 días de prueba de Jesús en el desierto”.
“Son períodos de reflexión, de prueba y de limpieza. Siempre se aprovecharon de modo limitado en poblaciones restringidas como cordón sanitario ante la sospecha o confirmación de una enfermedad pestilencial inminente que amenazaba a una comunidad o una población”, sostuvo el especialista.
Y tras destacar que “los coronaviridae se conocen desde hace décadas; no son nuevos”, Schinder opinó que “es seguro además que existen desde los albores de la historia biológica planetaria. Pero es discutida su influencia patogénica es decir su capacidad de inducir enfermedad. La mayoría son inocuos para los humanos”.
Para la investigadora del Conicet y fundadora de Inmunogenesis y Microgenesis Gabriela Gutiérrez, “las cuarentenas protectivas anteriores al COVID-19 eran dirigidas únicamente a grupos de riesgo, tal como ocurrió con el virus H1N1 o preventivas para casos sospechosos, tal como sucedía en el siglo XVI ante la peste negra, con los 40 días que se imponía a los barcos, de dónde viene su nombre”.
“El único sentido que tiene aislar a la población es cuando se aísla a la población enferma, enferma y con síntomas: es allí cuando tiene sentido porque se hace para evitar el contagio de una enfermedad”.
Según el médico clínico Mariano Arriaga (MN 79283), “aislar a los sanos no tiene ningún antecedente en el planeta ni en la historia de la humanidad porque precisamente darle la posibilidad a los sanos de entrar en contacto con los gérmenes es generar dos cosas: por un lado, que el virus se debilite, ya que cuando ingresa al cuerpo humano actúa como un parásito (fuera del cuerpo no vive o vive minutos) con lo cual al salir de un cuerpo e ingresar a otro ingresa más debilitado. Y por otro lado, la inmunidad de los cuerpos aumenta”
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Para él, eso es lo que en medicina se llama “inmunidad comunitaria o de rebaño, que fue lo que permitió la sobrevida de la humanidad a través de todas las pestes, epidemias y pandemias desde que se tiene conciencia, con lo cual generar lo opuesto no sólo no tiene sentido sino que está contraindicado en sanidad”.
La polémica se plantea porque, luego de proponerlo desde marzo como el único mecanismo para controlar la pandemia por el nuevo coronavirus hasta tanto haya una vacuna segura disponible, esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró que “los bloqueos sólo tienen una consecuencia que nunca hay que menospreciar, que es hacer que la gente pobre sea mucho más pobre”.
En una más de sus idas y vueltas desde el inicio de la pandemia en el mes de marzo, el organismo borró con el codo lo que escribió con la mano -y que fue el argumento con el que el mundo entero, a excepción de unos pocos países, manejaron la pandemia-.
“En la Organización Mundial de la Salud no abogamos por las cuarentenas como el principal medio de control de este virus”, dijo el doctor David Nabarro, uno de los seis enviados especiales de la OMS para el COVID-19, en una entrevista con el medio británico The Spectator. “El único momento en que creemos que una cuarentena está justificada es para ganar tiempo para reorganizar, reagrupar y reequilibrar sus recursos, y para proteger a los trabajadores de la salud que están agotados. Pero, en general, preferimos no hacerlo”.
– ¿Qué opinión le merece la recomendación de ayer de la OMS de evitar las cuarentenas como método principal para frenar el avance del coronavirus?
–Schinder: La OMS es un organismo muy grande y muy disímil en cuanto a la formación y conformación de sus estamentos. Las secciones que se ocupan de enfermedades transmisibles son solo una pequeña fracción del total. Y los especialistas que la conforman no siempre han sido seleccionados en razón de su experiencia o su capacidad sino por cuestiones políticas que se negocian individualmente. Además, las recomendaciones que a menudo formulan -como en el caso que nos concierne- no son siempre adecuadas y no se pueden descartar intereses sectoriales.
–Gutiérrez: Nunca una medida restrictiva puede sostenerse en el tiempo como única estrategia. La medida tomada en marzo evitó el colapso del sistema sanitario, pero se necesita el diseño inteligente de un mapa de salida hasta la aparición de la vacuna.
–Arriaga: Que la OMS ahora dé un paso para atrás por supuesto nos parece correcto, pero debe explicar por qué dio el primer paso a nivel de exigencias durante meses. Una cuarentena que debiera durar 40 días dura meses, ¿basada en una indicación que después consideran incorrecta?. Pues deberían retirarse como referente de la salud del planeta.
Si quieren generar el miedo de que un sano transmite la enfermedad que lo expliquen científicamente y si no, pues es una buena propuesta que vuelvan a leer los libros de medicina, o que escuchen al premio Nobel de Química francés doctor (Michael) Levitt, que ya hace dos meses viralizó un video de más de una hora en el que exponía punto por punto por qué está contraindicado aislar a los sanos.
–¿Cuáles podrían ser las consecuencias del encierro en la salud?
–Schinder: Están bien documentados los efectos devastadores sobre la salud personal y colectiva del encierro compulsivo de poblaciones sanas. Como también del uso coercitivo de la supuesta protección mediante máscaras faciales que no cumplen con los estándares de adecuación para la prevención real. Y -todo esto desde el punto de vista técnico- de enfermedades causadas por virus que tienen una capacidad inusitada de emisión, propagación, diseminación, exposición e infección; pero que en sí mismos son insuficientemente patógenos y escasamente letales como es en este caso.
Vamos a ver en los próximos años una demanda extraordinaria de consecuencias y secuelas de todo tipo (en especial psiquiátricas) y como ya estamos atendiendo en miles de consultas de estos últimos meses.
–Gutiérrez: El encierro favorece las enfermedades inflamatorias provocadas por el reposo excesivo, la falta de exposición a la luz solar, que participa de la síntesis de vitamina D (antiinflamatorio natural) y por la falta de ciclos naturales de luz y oscuridad que mantienen nuestras funciones endocrinas que regulan nuestras funciones básicas, tales como el sueño. Esto, prolongado en el tiempo, conduce a una depresión de las defensas y un desbalance metabólico que influye además en nuestra conducta.
–Arriaga: Fundamentalmente, hay que destacar que no es inocuo lo que se propone porque aislar a los sanos disminuye la inmunidad de las personas. Cuando se genera una política sanitaria que inmunodeprime a las personas, no sólo por la situación de miedo, el encierro, la falta de acceso al sol, al ejercicio y a todo lo que nos da felicidad lo que hace es impedirse la inmunidad de rebaño.
Y tras aclarar que el COVID-19 “es una enfermedad que en la Argentina el 98% de las personas infectadas se curan, cifra muy similar a las estadísticas de una gripe estacional”, Arriaga señaló que “en el mundo la muerte es de 0,02%” y que “en Alemania este año murió menos gente por coronavirus que por síndrome por influenza”.
Y destacó que esta de la cuarentena “no fue la única contradicción en la que incurrió la OMS”. “Desde el inicio de la pandemia recomendaron no realizar autopsias a los muertos por COVID-19 e incinerar los cuerpos bajo la indicación de que los cuerpos eran contaminantes -recordó el especialista fundador de Médicos por la Verdad Argentina-. Grave error porque, primero, los cuerpos no son contaminantes y, segundo, no realizar autopsias generaba no saber de qué había muerto ese cuerpo con lo cual estábamos en un nivel ciego de conocimiento”.
Fue luego de que Italia desobedeciera y realizara las primeras autopsias, que se supo “que muchas de las personas que estaban inscriptas como muertas por coronavirus no habían muerto por coronavirus. Y lo otro muy interesante que se conoció es que muchas de las que sí habían muerto por coronavirus no habían muerto por infección, por neumonía, por lo cual estaba absolutamente contraindicado el uso de respiradores, que por el contrario aceleraban la causa de muerte”.
“Ante esas contradicciones iniciales, África y los EEUU se retiraron de la OMS y muchos países decidieron llevar adelante una política sanitaria distinta, como por ejemplo Suecia y Uruguay, cuyas estrategias resultaron un éxito en comparación a lo que ocurrió en otros países”, agregó Arriaga.
Alineado -quizá por única vez- con la OMS, que al desaconsejar ahora las cuarentenas vaticinó que “es muy posible que la pobreza mundial y la desnutrición infantil se duplique el próximo año”, el especialista sostuvo: “Todo lo que estamos haciendo a nivel de políticas sanitarias nos está llevando a un aumento de la pobreza”. Y ante el número de más de un millón de muertes en el mundo a causa del coronavirus, concluyó que “por año mueren seis millones de chicos de hambre y enfermedades relacionadas con la pobreza en el mundo, y esa es la verdadera pandemia”.
Fuente: Infobae