Por Daniela Carrasco

El primer lunes de marzo en Chile es conocido como el “súper lunes”, pues tras los meses de verano se da inicio al año académico y laboral. Por la contingencia sanitaria, el Ministerio de Educación (Mineduc) lanzó el programa “Yo confío en mi escuela” para que los colegios, en especial los públicos, se prepararan para el inicio del año escolar, que comenzó este pasado lunes 1º de marzo. Desde la institución se entiende que es una prioridad que los niños retornen a las aulas pues se ha generado una gran brecha entre colegios de estratos socioeconómicos altos y medios con los más vulnerables. Por el contrario, agrupaciones de izquierda se han opuesto al retorno a clases presencial a pesar de que el Gobierno chileno ha logrado una buena cobertura con la vacuna contra el covid-19.

La pandemia llegó a modificar nuestros comportamientos, cómo nos relacionamos con los otros, cómo trabajamos y estudiamos. Llegó el teletrabajo asentándose en nuestras sociedades, y las clases se comenzaron a realizar telemáticamente. En el ámbito escolar, sin dudas fue un desafío tanto para profesores como estudiantes.

Sin embargo, la pandemia no solo amenazó nuestra salud sino también el aprendizaje de los escolares. En Chile, aquellos estudiantes de sectores socioeconómicos más vulnerables se vieron más perjudicados que sus pares de sectores medios y altos. Problemas con la conexión a Internet o la imposibilidad de hacerlo fue un gran desafío a resolver. Y lamentablemente, muchos niños desertaron de su año escolar 2020 afectando su formación académica.

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Por ello, y ante las buenas expectativas por el buen manejo de las vacunas que ha tenido el Gobierno, el que implementado un calendario de vacunación que va descendiendo en edad ―desde las personas de la tercera edad hasta los más jóvenes―, se ha dado énfasis en la inoculación de aquellos profesionales indispensables, como los que se desempeñan en el área de salud y educacional. Por ello, los profesores comenzaron a vacunarse desde el 15 de febrero, para poder empezar a realizar clases protegidos de la mejor manera.

Además, y para enfrentar la situación sanitaria, el Mineduc destinó $13.300 millones de pesos chilenos a los colegios públicos para que puedan adaptar su infraestructura a los desafíos de la pandemia, y también entregó un kit sanitario a cada establecimientoDesde la institución se ha apuntado a volver a clases con horarios y jornadas flexibles. Asimismo, se estableció que la asistencia es voluntaria y los establecimientos educacionales deben contar con protocolos para prevenir el contagio del covid-19. Además, se debe dividir las salas de clases en grupos alternados para que se respete la distancia recomendada.

Sin embargo, el ministro de Educación, Raúl Figueroa, entiende que “si se hace necesario volver a suspender las clases por un tiempo, se va a hacer”.

A pesar de la urgencia del regreso a las salas de clases para disminuir la brecha entre estudiantes de estratos socioeconómicos altos y medios en comparación con sus pares de menores recursos, algunos actores de izquierdas se opusieron al retorno a las aulas, pues ya es una constante que obstruyen todo intento de progreso de los problemas que el país enfrenta.

Por un lado, el Colegio de Profesores, un gremio político que históricamente ha apoyado los paros de clases y las protestas estudiantiles, se opuso al regreso a las aulas porque no estarían las condiciones. Incluso, la entidad ha dicho numerosos mitos, que el medio chileno El Libero desmintió: Por ejemplo, han señalado que el Gobierno no ha dado los espacios para trabajar en conjunto; que no es posible el regreso a clases sin un plan de transporte; han dudado que el ministerio de Educación entregue los insumos prometidos en el plan de retorno a clases; que no es seguro abrir aquellas escuelas que estén ubicadas en las comunas que se encuentran en Fase 2 (cuarentena solo los fines de semanas y festivos); o que los profesores corren riesgos si no han recibido las dos dosis de la vacuna contra el covid-19.

Por otro lado, la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) protestó durante este lunes en la Alameda de Santiago, la principal avenida de la capital. Su manifestación, denominada “Mochilazo”, fue para “organizarse y articularse para salir a exigir y construir la vida digna que venimos empujando desde octubre del 2019″. Además, señalaron que “llevamos más de un año y cuatro meses en revuelta, y aún queda mucho por lo cual seguir luchando (…) la libertad de lxs presxs políticxs y en contra del patriarcado se hacen presentes nuevamente en un marzo cargado de movilizaciones, en miras de conquistar y construir la sociedad que soñamos” (sic).

La ACES es un colectivo horizontal sin jerarquías, de extrema izquierda, que ha promovido las principales movilizaciones estudiantiles del país desde el 2001. Respaldaron las evasiones masivas del 18-O, y boicotearon la Prueba de Selección Universitaria (PSU) para el proceso de admisión de 2020. Para este año, también llamaron a obstaculizar el rendimiento de la nueva Prueba de Transición Universitaria (PTU), pero sin el éxito de la vez pasada.

Pero, a pesar de las denuncias malintencionadas de estas agrupaciones izquierdistas, y de toda la anomia desatada desde octubre de 2019, el Ministerio de Educación informó que 2.470 establecimientos educacionales abrieron las puertas este lunes. Los colegios privados lo hicieron en modalidad presencial o híbrida. Los conocidos “liceos emblemáticos” vía Internet, una tendencia replicada en la mayoría de los colegios a lo largo del país.

Sin embargo, las autoridades del Gobierno chileno han resaltado que es necesario que los estudiantes regresen poco a poco a las aulas, para palear los efectos de las clases telemáticas en 2020 que afectaron a los niños más vulnerables.

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Por ejemplo, los colegios públicos de la comuna de Las Condes ―una de las que tiene más recursos del país, y que cuenta con buenos estándares de vida― tienen la posibilidad de funcionar de manera híbrida, es decir, los alumnos pueden optar por clases presenciales u online desde sus casas. Pero esto no es posible en todos los establecimientos, pues aquellos niños de las comunas más pobres, como es el caso de La Pintana, no todos tienen acceso a Internet o a un computador. Por este motivo, desde la  Corporación de Colegios Particulares de Chile entienden que es una necesidad el retorno a las clases presenciales.

El foco que debiese tomar el país es que los niños y jóvenes no sigan viendo perjudicados sus aprendizajes, como tampoco su salud mental o que sufran algún impacto socioemocional. Claro está, tomando todos los resguardos posibles. Sin embargo, una vez más las izquierdas han develado su (no tan oculta) cara, pues todo lo que tocan lo destruyen.

Fuente: gaceta.es

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