Por Ana Fuentes

«Aquellos que se resisten a la legislación contra la terapia de conversión a menudo se resisten a la idea de que una oración o una conversación pastoral estén sujetos al escrutinio de la ley. Sin embargo, si estas cosas tienen lugar en un contexto abrumadoramente homofóbico o transfóbico, «se debe abordar el pernicioso poder de la oración».

Esta es una de las conclusiones a las que llega Mathew Hyndman, un activista LGTBI fundador de una campaña en el Reino Unido para la prohibición de los procedimientos de acompañamiento a personas con atracción hacia el mismo sexo que quieren cambiar de modo de vida de forma voluntaria, las mal llamadas «terapias de conversión».

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A través de un artíuclo publicado en The Independent, Hyndmann considera que la decisión sobre incorporarse a un acompañamiento de este tipo es, basado en su experiencia, una especie de imposición que expresa con un elocuente símil: «No tienes libre albedrío con un arma cargada en la cabeza».

Según se detalla en la página web de su campaña, el objetivo es prohibir todas las «intervenciones médicas, psiquiátricas, psicológicas, religiosas, culturales o de cualquier otra índole que busquen borrar, reprimir o cambiar la orientación sexual y / o la identidad de género de una persona».

Ninguna postura ajena a la aceptación incondicional escapa de la censura que pretende imponer Hyndmann, incluso para quienes toman ese camino dando su pleno consentimiento: «Dondequiera que ocurra, en público o privado, a través de intervenciones sanitarias o religiosas y culturales. Quien sea el objetivo, ya sea un niño o un adulto, si es coaccionado o ha dado su consentimiento. Desde el momento en que se detecta, a través de la publicidad en línea y fuera de línea».

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Dicho de otra manera, como señala en la web de la campaña: «una prohibición legislativa total» de cualquier actividad que no sea la afirmación de las tendencias LGTBI ya sea mediante un seguimiento psiquiátrico, una labor psicológica o a través de un acompañamiento religioso que, incluiría, obviamente «el pernicioso poder de la oración».

Fuente: actuall.com

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