Por Emmanuel Alejandro Rondón – ElAmerican.com
El arte, el cine, la cultura, el espectáculo y el entretenimiento, en general, están íntimamente conectados con la política y los negocios. El deporte no es la excepción. Desde que se confirmó, allá por 2015, que China será la sede de los Juegos Olímpicos Beijing 2022, pocos pensaron que sería un problema político en su momento. Se equivocaron.
El crecimiento de China como gigante comercial y jerarca político es innegable. Hoy el Partido Comunista chino (PCCh), además de dominar económicamente su región y de amenazar a Estados Unidos como primera potencia global, también intercede y pisa muy fuerte en los principales organismos internacionales y en regiones subdesarrolladas como África y Latinoamérica. Es decir, que el régimen chino cada vez tiene más aliados y una mayor influencia a nivel mundial. Y, aunque no muchos lo recuerden, los juegos Olímpicos en Beijing en el 2008 ayudaron muchísimo a China en su plan expansionista ya que, con la competición, el gigante asiático mejoró sus relaciones comerciales a nivel global y creció como nunca en el ámbito turístico.
Los problemas con los Derechos Humanos
Desde hace varios meses grupos y activistas por los derechos humanos denunciaron los atropellos del régimen comunista chino contra los ciudadanos de ese país, los manifestantes en Hong Kong y las minorías étnicas religiosas como los uigures. Debido a que las denuncias no están afectando políticamente al régimen (que niega las acusaciones sistemáticamente), los activistas decidieron ir a por algo que sí puede perjudicar al PCCh: un boicot comercial.
Las Olimpiadas de Beijing 2008 tuvieron un contexto muy similar a las que se celebrarán el próximo año. El régimen chino fue acusado por los activistas de DD.HH. de aumentar sus tácticas represivas durante la preparación de aquella competencia. De hecho, la organización Human Rights Watch (HRW) dijo en 2008 que el torneo quedó «manchado» por esta situación.
Entre 2007 y 2008, la organización documentó extensivamente las violaciones a los derechos humanos vinculadas con la celebración en China de los Juegos de Pekín 2008, «que incluyeron desalojos forzosos, abusos contra los trabajadores migrantes, censura de los medios de comunicación y represión de la sociedad civil».
Al régimen comunista también se le acusó de expropiaciones de propiedades bajo la excusa de «ceder terrenos» para las olimpiadas.
El régimen, que se había comprometido a dejar las violaciones de DD.HH. a un lado y a mejorar la situación en general para aquellas olimpiadas, persiguió impunemente a activistas, cercenó las libertades religiosas persiguiendo a los tibetanos, restringió la libertad de expresión y de prensa. En definitiva, abusó sistemáticamente de «la confianza» global para aprovechar uno de los eventos deportivos más importantes del mundo para crecer económicamente y abrirse más al mundo.
Antes de Beijing 2008, China aún estaba muy distante de convertirse en la potencia global que es ahora y, de hecho, lo pasaba bastante mal. Así lo recuerda el diario El País: «El propio 2008 no fue un año fácil para el gigante asiático. En lo económico, aunque el crecimiento seguía elevado, la inflación al alza se había convertido en el problema número uno. En mayo, el terremoto registrado en Sichuan provocó importantes daños, además de cerca de 100,000 muertos y desaparecidos, más de 350,000 heridos, 12 millones de desplazados, varias ciudades totalmente destruidas y unos 20,000 millones de euros en pérdidas, según estimaciones oficiales».
Ingenuamente, el mundo occidental vio en las olimpiadas de 2008 una oportunidad para incluir más a China en los valores democráticos e intentar cambiar el carácter totalitario del régimen. No solo fue un fracaso, sino un Caballo de Troya, pero puesto por las propias naciones occidentales.
El régimen chino intentó disimular sus atropellos contra las libertades otorgándole mayores facilidades a la prensa internacional para cubrir las olimpiadas, pero no les fue suficiente.
Los mandatarios occidentales, la prensa y el mundo criticaron a China, pero esta solo tuvo que pedir que se separe el deporte de la política y los juegos se llevaron adelante sin mayores incidencias.
Con la premisa Non-political in sport, China organizó una de las olimpiadas más exitosas hasta la fecha. Estéticamente fue un evento único. Las bellísimas ceremonias de inauguración y clausura, donde la cultura china fue la gran protagonista, dejaron boquiabiertos a los espectadores de todo el planeta. Bastó un mes de fiesta deportiva para olvidarse, casi por completo, de la naturaleza totalitaria del régimen chino.
El evento, en su momento, rompió récords de audiencia televisiva, miles de sponsors —como Coca-Cola, Adidas, Visa International, Samsung— apoyaron el proyecto. También impulsó el turismo y pese a que el régimen chino no abrazó los valores de la libertad —como los países occidentales esperaban—, China sí se abrió al mundo, económicamente.
La inflación que azotó en su momento al país asiático no fue más que una pequeña “mancha” para el régimen al que la suerte le sonrió luego de la puesta en escena que montó en los JJOO: sus inversiones en el mundo crecían y el sector financiero salió aún más fortalecido.
En definitiva, el régimen aprovechó con eficiencia un evento deportivo de magnitudes globales. China no tuvo problemas en sacrificar un poco su deteriorada imagen humanística con tal de hacer negocios.
Se repite la historia con los Juegos Olímpicos Beijing 2022
Uno de los presidentes de Estados Unidos que más presionó a China fue Donald Trump. A simple vista pudo apreciarse cómo los conflictos entre las dos potencias globales se recrudecieron y cruzaron límites jamás vistos. Eso parece estar cambiando con el presidente Joe Biden.
El demócrata quiere sepultar la mayoría de las políticas trumpistas: desde el aparatado económico, pasando por las políticas sociales, hasta llegar a los terrenos diplomáticos. En ese sentido, los mensajes y señales de la administración Biden-Harris a China han sido excesivamente cautos; buscando un camino cordial que les otorgue una posición de comodidad. El presidente, incluso, se negó a condenar directamente el genocidio contra los uigures.
Lo que busca Biden mitigar el conflicto con China, pero la verdad es que esto poco importa. Al Partido Comunista chino no le interesa enviar señales amistosas al mundo; y para muestra está la pandemia del COVID-19, originaria de China, y de la que no tenemos certezas cómo surgió porque el régimen de Xi Jinping no permite investigaciones independientes en su territorio.
El martes pasado hubo un suceso que evidenció la sumisión de USA con respecto al régimen chino y relacionado con los Juegos Olímpicos Beijing 2022.
El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, declaró en un informe que USA debía trabajar con sus aliados para evaluar cómo presionar a Pekín con respecto a sus violaciones de derechos humanos y los Juegos Olímpicos Beijing 2020. Aunque mencionó que todavía falta tiempo para tomar una decisión.
«Estamos hablando de 2022, y todavía estamos en abril de 2021, así que estos Juegos están lejos», comentó Price. «No me gustaría poner un plazo, pero estas discusiones están en marcha»
El martes, luego de la reunión, el portavoz también tuiteó respecto al tema: «Como he dicho, no tenemos ningún anuncio sobre los Juegos Olímpicos de Pekín. El año 2022 aún está lejos, pero seguiremos consultando estrechamente con nuestros aliados y socios para definir nuestras preocupaciones comunes y establecer nuestro enfoque compartido respecto a la República Popular de China».
Estas declaraciones, que no fueron muy claras, invitaron a algunas personas a creer que la administración demócrata estaría evaluando un boicot comercial a los Juegos Olímpicos Beijing 2022 junto a otros países. Craso error.
El Departamento de Estado, alarmado por las declaraciones, salió rápidamente a aclarar que no está sopesando ningún tipo de acción contra China y los JJOO. «Nuestra posición sobre los Juegos Olímpicos de 2022 no ha cambiado. No hemos discutido ni estamos discutiendo ningún boicot conjunto con aliados y socios», dijo un funcionario del Departamento.
Por otro lado, el Partido Comunista, furioso, salió rápidamente a amenazar a USA alertando que, si hubiera un intento de boicot, habría una «robusta respuesta de China».
En realidad, China no anda con rodeos para ir contra USA desde que Biden asumió el poder. En el primer encuentro bilateral entre la administración Biden-Harris y China, en Alaska, el secretario de Estado americano, Blinken, intentó llevar adelante una retórica mucho menos dura que la del Gobierno de Trump, aunque planteando las preocupaciones de Estados Unidos.
El encargado de asuntos exteriores del régimen chino, Yan Jiechi, dejó atrás las cordialidades y fue contundente para criticar a Estados Unidos y para resaltar lo que él considera la superioridad del modelo de Gobierno chino con respecto al de América.
Un Occidente sumiso encabezado por USA
La posición de los países occidentales, encabezados principalmente por Estados Unidos, con relación a los Juegos Olímpicos Beijing 2022, luce sumisa, dócil y despreocupada.
El régimen chino, así como crece económicamente, avanza en sus intereses geopolíticos. El año pasado, pese a la pandemia, China fue la única potencia que no vio decrecer su Producto Interno Bruto. Además, culturalmente, si bien existen múltiples denuncias e informes resaltando la naturaleza totalitaria del PCCh, parece que la prensa occidental empieza a aceptar el modelo de régimen chino.
Por ejemplo, el New York Times publicó un reportaje donde explica que China está mostrando al mundo «su propia visión de libertad» en la pandemia. El artículo del Times fue bastante cuestionado debido a los atropellos contra las libertades más básicas que el PCCh viola sistemáticamente.
En definitiva, el régimen de Xi Jinping se expande, y espera las olimpiadas para mostrarse al mundo como la potencia económica que ahora es. Si en Beijing 2008, cuando aun el país estaba en vías de ser potencia, el mundo quedó maravillado con la capacidad logística, la cultura y la estética china, cabe preguntarnos: ¿qué no podría lograr el PCCh el próximo año?
Aunque algunos no lo vean, el deporte y la política están íntimamente ligados, si un evento como las Olimpiadas tiene cabida con éxito, significa dar un golpe de autoridad político y comercial. Xi Jinping y todo el PCCh espera con ansias la cita olímpica. Y su única preocupación, hoy por hoy, es un boicot comercial.
Pese a las múltiples denuncias, los grupos por los Derechos Humanos están huérfanos y con pocas posibilidades de lograr algo sin un aliado grande. Así las cosas, el único país con posibilidades serias de enfrentar a China es Estados Unidos, pero este, al igual que la mayor parte de Occidente, ha adoptado una posición dócil frente al Partido Comunista chino.