Las pirámides chinas aún constituyen un excitante misterio para la ciencia. Descubiertas accidentalmente por un aviador de la fuerza aérea norteamericana hacia finales de la segunda guerra mundial, estos monumentos históricos aún luchan por mantenerse en pie ante el rigor del agua y las tormentas de arena que azotan repetidamente sobre el gran desierto chino.
Sus vértices caprichosos fueron divisados por primera vez por James Gaussman, cuando un sorpresivo fallo en el motor de su nave lo obligó a regresar desde su misión de abastecimiento al ejército chino, hacia su base de partida en Assam, India.
Durante el regreso, a minutos de sobrevolar a bajo nivel la zona de Xi´an, Gaussman quedó atónito ante la aparición de una descomunal pirámide en su campo visual. El aviador no desaprovechó la oportunidad y sobrevoló la zona tomando fotografías, que más tarde acompañarían un informe presentado ante las autoridades del gobierno de Estados Unidos.
Según el cálculo estimado del piloto, la construcción debía tener aproximadamente unos 450 metros de altura. En comparación, la gran pirámide egipcia de Giza sólo ostenta una elevación de unos 147 metros
En 1947, otro aviador de la fuerza aérea estadounidense dio aviso del avistamiento de una enorme pirámide en el territorio chino. Según el cálculo estimado del piloto, la construcción debía tener aproximadamente unos 450 metros de altura; en comparación, la gran pirámide egipcia de Giza sólo ostenta una elevación de unos 147 metros desde la base hasta su vértice.
Durante años, las pirámides chinas se mantuvieron como un secreto para la investigación internacional debido al fuerte control del comunismo sobre el territorio chino. Pese a dichas restricciones, fueron captadas nuevamente por el ojo de una cámara. En 1994, el investigador alemán Hartwig Hausdorf se atrevió a fotografiar y filmar las construcciones, a riesgo de perder la vida a manos de la fuerza militar china, que intentaba impedir con recelo el tránsito del espacio aéreo por parte de cualquier “invitado” extranjero, o incluso chino.
A principios del año 2000, el régimen chino no tuvo más remedio que reconocer que no sólo existían unas 400 pirámides irguiéndose en la región de Shanxi, al norte de Xi´an, sino que la mayoría de las pirámides más tardías, pertenecientes a la Dinastía Xia del Oeste (1032-1227), se encontraban en un estado sumamente deteriorado por falta de mantenimiento. Muchas de éstas presentaban profundas grietas, y gran parte se hallaba al borde del derrumbe.
“El conjunto completo de enterramientos de nobles corre riesgo de desaparecer”, confesaría el subdirector de la oficina de administración de las tumbas, Dai Wenzhen. Según el funcionario, la mayoría de las tumbas de la dinastía Xia, ubicadas en la región de Ningxia, presenta problemas similares, y algunas incluso podrían catalogarse abiertamente como “ruinas”. No obstante, muchos científicos calificaron la inversión de los dirigentes en la refacción de los monumentos en riesgo como “irrisoria”.
Mientras que la arcilla de las 207 tumbas y 9 mausoleos de la región de Ningxia se esfuerza por persistir en el tiempo, las pirámides ubicadas en Shanxi se muestran más estables, imponentes y desconocidas. Actualmente, se estima que la gran mayoría de la agrupación de 400 edificaciones de Shanxi se construyó durante la dinastía del tiránico emperador Qin Shihuang Ti (259-210 a.C.) con el propósito de albergar cerca de su tumba los restos de la corte imperial china, para su descanso eterno.
Qin Shi Huang, la pirámide más enigmática del planeta
No es desconocida la obsesión que sufría el emperador Qin Shi Huang por descubrir la fórmula de la inmortalidad. La fiebre por alcanzar la gloria lo condujo a crear una de las maravillas arquitectónicas más intrigantes y codiciosas del planeta. A sólo un kilómetro y medio de su imponente y célebre “ejército de terracota”, un enorme montículo esconde los restos del monarca más déspota que conociera la China antigua. Qué tesoros alberga dentro de su pirámide mortuoria, son aún conjeturas.
La gigantesca bóveda de la cámara estaría tapizada de cobre con incrustaciones de joyas, de modo que la luz de las lámparas las hiciera titilar simulando las estrellas del firmamento
Según antiguos documentos chinos, el emperador Qin intentó acondicionar su pirámide subterránea de tal manera que ésta fuera una réplica exacta del territorio chino. Los textos antiguos refieren que la gigantesca bóveda de la cámara estaría tapizada de cobre con incrustaciones de joyas, de modo que la luz de las lámparas las hiciera titilar simulando las estrellas del firmamento.
Asimismo, por toda la base de la gran pirámide debía circular, mediante un mecanismo desconocido, una réplica artificial de los ríos de China, realizada completamente en mercurio. De hecho, expediciones científicas confirmaron que la tierra que cubre la superficie de la pirámide tiene concentraciones considerables de este metal líquido.
Actualmente, la pirámide del emperador Qin tiene 76 metros de altura, pero se estima que hace 2.200 años alcanzaba los 115 metros. El ancho de la base este-oeste es de 345 metros, y su longitud sur-norte es de 350 metros. Aunque el emperador Qin se esmeró en dificultar el acceso a su última morada haciendo cubrir la pirámide con suelo y vegetación, y bloqueando todo acceso posible a la cámara principal, los dirigentes chinos tampoco han mostrado señales de profundizar la investigación para descubrir los infinitos tesoros arqueológicos que pudiera albergar esta enorme construcción.
Artículo publicado originalmente en la revista 2013 y más allá.