El gobierno de Trump apunta nuevamente a afianzar las relaciones comerciales entre los Estados Unidos y los mercados latinoamericanos, un vínculo que el ex-presidente Bush había intentado fortalecer en 2006, aunque sin mayor éxito, encontrándose con un fuerte rechazo del Foro de Sao Paulo.
Hoy en día el panorama ha cambiado muchísimo. En ese entonces solo Colombia, Uruguay, Perú y Panamá respondieron; hoy todo el continente ve con buenos ojos una relación positiva con Estados Unidos, excepto Argentina, Venezuela y Nicaragua, que se mantienen bajo regímenes socialistas negados a dialogar.
La iniciativa de Trump contempla la modificación de las reglas de juego actuales y crear los incentivos financieros que las empresas necesitarían para poder invertir en América Latina.
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Si bien aún no se dieron a conocer los detalles específicos de cuáles van a ser los cambios en cuestión, la idea principal consiste en ofrecer oportunidades para que empresas estadounidenses abandonen sus fábricas en China y las trasladen hacia el continente latino.
La puja comercial global entre Estados Unidos y China continúa aumentando, y esta nueva iniciativa pretende absorber a un gran caudal de empresas radicadas en territorio chino, muchas veces empresas sub-contratistas, que fácilmente podrían cambiar su residencia de ser necesario, sin necesidad de grandes inversiones en nuevas fábricas.
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Ambos países firmaron un acuerdo comercial en enero de este año, pero la creciente tensión devenida de la situación en Hong Kong, el COVID-19 y el expansionismo chino, empeoraron las relaciones bilaterales.
El panorama actual del continente sudamericano ha cambiado a pasos agigantados. Actualmente, de los 21 países latinoamericanos, solo México, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Argentina están controlados por regímenes socialistas adheridos al Foro de Sao Paulo.
Sin embargo, México recientemente le ha dado el visto bueno a Trump y el presidente AMLO ha roto relaciones con el enclave Castro-chavista, reduciendo todavía más este número.
El gobierno republicano mantuvo el asesoramiento de Mauricio Claver-Carone, una persona clave en el armado de este tipo de iniciativas enfocadas en América Latina. Claver-Carone es actualmente asesor de Trump y apunta hacia la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para llevar a cabo un nuevo giro en la política exterior americana.
Entre sus posturas frente a la actual coyuntura latinoamericana, se muestra fuertemente partidario de mantener duras restricciones sobre las dictaduras socialistas en Cuba y Venezuela. Claver-Carone anticipó que la iniciativa busca tejer lazos más fuertes con la región, especialmente con aquellos países dispuestos a brindar un escenario jurídico más amigable con la entrada de capitales y la inversión extranjera.
Según las estimaciones planteadas para la iniciativa, se espera atraer inversiones de capital por un monto de 30 mil millones de dólares como mínimo, e incluso llegar a los 50 mil millones en un escenario más optimista.
Las inversiones estarían fuertemente ligadas a tres sectores primordiales: la infraestructura, la energía, y el transporte. Muchos países latinoamericanos poseen un gran atraso en estas tres áreas, y la llegada de inversiones podría ser una oportunidad única que se gesta desde los Estados Unidos.
Las disposiciones financieras pretenden alcanzar incentivos empresariales sumamente ambiciosos y, por lo tanto, la “mano de obra barata” no sería un elemento trascendental en la ecuación planteada. La llegada de nuevas inversiones pretende crear el ambiente preciso para el alza salarial.
Del mismo modo en que se hizo con el acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, el proyecto pretende incluir una serie de cláusulas de protección para los trabajadores, más favorables a las existentes en los mercados de asiáticos.
El rebrote de las izquierdas latinoamericanas generó un gran afianzamiento de las relaciones comerciales con China, y la influencia del gigante asiático se hizo notar cada vez más, incluso a niveles que exceden al ámbito económico.
Por esta razón, el gobierno de Trump plantea una política de acercamiento y atracción de inversiones, y mayor transparencia en las operaciones que realiza China en América Latina. Con la sola excepción de las dictaduras socialistas en Cuba y Venezuela, se espera lograr una gran adhesión dentro de los países de la región.
Claver-Carone se mostró confiado por el apoyo recibido desde los gobiernos de Brasil, Ecuador y Colombia, y aseguró que un total de 15 países latinoamericanos lo apoyaron públicamente por su trabajo y sus propuestas para el BID.
Fuente: Derecha Diario.
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