El estado asiático, próximo a China, ha controlado el Covid-19 con rapidez y sin recurrir a medidas extremas.
Los países que confiaron en el Partido Comunista de China y en la OMS, sufren hoy las consecuencias de la pandemia del coronavirus. Una pequeña isla, enemistada con el gigante asiático y excluida del organismo internacional, ha dado muestras de una eficacia mayúscula en el control de la propagación del virus.
Taiwán es, a la fecha, el país que más ha logrado contener al temido Covid-19 y, gracias a eso, vive en total normalidad. El mérito es doble pues, en teoría, debería ser uno de los más afectados, dada su proximidad con el origen de la pandemia: China.
El primer caso positivo de Covid-19 en la isla fue el 21 de enero. Pero el Gobierno de Taiwán, presidido por Tsai Ing-wen, observaba la situación desde diciembre, ante los indicios de una nueva enfermedad similar al SARS de 2003 en la región china de Wuhan.
El estado taiwanés comenzó a fines de 2019 a monitorear a los ciudadanos que provenían del posible lugar de origen del patógeno, y durante los primeros días de 2020 se creó el Centro de Comando de Epidemia Central para manejar las medidas de prevención. También se introdujeron restricciones de viaje y se establecieron protocolos de cuarentena para viajeros de alto riesgo.
Cuando llegó el primer caso positivo a la isla, se iniciaron protocolos con el fin de rastrear el historial de viajes y contactos de cada paciente, para aislar y contener el contagio antes de que se produjera un brote masivo en la población.
Cabe mencionar la importante participación del sector privado en el proceso, al implementarse en los aeropuertos la toma de temperatura para cada pasajero proveniente de China, y la desinfección de su equipaje, además de tomar medidas conjuntas de acción en la sanidad pública y las compañías de seguro médico.
A mediados de enero, el Gobierno compró componentes que se utilizan para fabricar máquinas que producen barbijos en Alemania, que pocos días después prohibió la exportación de los componentes por necesidad propia. La isla comenzó a producir a un ritmo de diez millones de mascarillas diarias, teniendo alrededor de 24 millones de habitantes, es decir, en menos de tres días se obtenía la cantidad necesaria para abastecer a toda la población. Hoy la producción supera las 15 millones de mascarillas y en breve alcanzará los 20 millones al día.
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Varios países recibieron donaciones de barbijos e insumos médicos por parte de la isla, entre los que se destacan Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Guatemala, Honduras, Paraguay, Haití, Bélice, Venezuela y Estados Unidos. Otros, como Alemania, Canadá, México, Brasil, Italia y Malasia comprarán máquinas para fabricar mascarillas que serán entregadas en la segunda mitad del año, ya que la demanda nacional está completa.
Hay compradores extranjeros que pidieron al Gobierno la capacitación de sus técnicos en la isla para intercambiar experiencias, lo que habla de la capacidad tecnológica de Taiwán.
El racionamiento de las mascarillas se hizo mediante la tarjeta de identificación que poseen todos los ciudadanos con un chip integrado. Al principio, era posible comprar dos barbijos semanales por persona utilizando la tarjeta. Desde marzo, se aumentó esa cifra a cinco por persona. Desde el 9 de abril, los ciudadanos pueden comprar hasta 30 unidades cada dos meses para sus parientes viviendo en el extranjero. Mientras tanto, en la gran mayoría de países, este insumo médico tan esencial escasea.
El Gobierno pagó por los costos de la línea de producción, y las empresas que colaboren con la fabricación se quedarán con las instalaciones una vez finalizada la pandemia. Es decir, hay un incentivo privado que permite mantener una alta tasa de productividad en la mayoría de los bienes sanitarios de primera necesidad.
La isla pospuso las clases a todos los niveles educativos. Al comenzar, en marzo, se tomaron medidas de contención. Cuando un estudiante se enferma, los directivos pueden suspender la clase. Si dos alumnos se infectan en una misma escuela, ésta se cierra. Si un tercio de los colegios de una comunidad se cierran, se clausuran todos los establecimientos de enseñanza de la zona.
Las clases demoraron dos semanas en comenzar luego de las vacaciones de invierno, y desde allí comenzaron con normalidad, sin recurrir a los protocolos mencionados con anterioridad.
A nivel fronterizo, las medidas fueron tomadas a tiempo. El 26 de enero, se prohibió la entrada de turistas chinos. También se dispuso la cuarentena obligatoria para aquellos ciudadanos que volvían del gigante asiático, así como de las regiones autónomas de Hong Kong y Macao.
Este paquete de medidas se tomó en forma estudiada, sin dejar lugar a la improvisación y siempre bajo normas democráticas en regla con el Estado de Derecho. Las permanentes ruedas de prensa brindadas por el Ministerio de Salud de Taiwán ofrecen una variedad de opciones de cuidado y prevención. Los ciudadanos las analizan y toman aquellas medidas que les parecen más adecuadas.
Hoy, la pequeña pero rica isla mantuvo a flote su economía y ha logrado parar al virus con un costo social muy bajo, contando con tan solo 425 casos y seis muertes, mientras que los países bajo el amparo de la Organización Mundial de la Salud sufren las consecuencias del “enemigo invisible”. Sólo 50 de esos 425 casos son de origen local, mientras que el resto fueron importados, ya sea por parte de turistas extranjeros o por taiwaneses que regresaron de sus vacaciones en el exterior.
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En este sentido, el Gobierno de Taiwán alertó a la OMS el 31 de diciembre de 2019 sobre la existencia y peligro del Covid-19 afirmando que, contrario a lo que decía el organismo, la enfermedad se transmitía de humano a humano. La respuesta del ente supranacional fue desmentir las advertencias del país.
La respuesta de Taipéi no se hizo esperar, y a principios de abril su ministro de salud, Chen Shih-chung, exhibió una copia impresa del correo electrónico de advertencia a las autoridades de la OMS y al Gobierno de Pekín. En dicho correo, la isla notificaba sobre la existencia de al menos siete casos de neumonía atípica en Wuhan de transmisión entre humanos. Mientras tanto, China omitió cualquier alerta, e informó posteriormente a la entidad que el virus no se propagaba de persona a persona.
La irresponsabilidad en el manejo de la información por parte del Partido Comunista de China y del organismo multilateral es, a estas alturas, indiscutible. La mayor parte de los países, sin embargo, podrían alegar que su error fue confiar en un ente que ignoró las advertencias.
Dicho argumento también es rebatido, ya que, por ejemplo, Taiwán alertó, durante los primeros días de febrero, a la Argentina, entre otros. El embajador de Taiwán en Buenos Aires, Antonio Hsieh, se reunió con una epidemióloga del Ministerio de Salud para compartirle las medidas que se podían tomar para frenar el virus y transmitir también las advertencias de Taipei a la OMS.
Las advertencias fueron hechas mientras en China y en Europa el coronavirus se expandía a velocidades astronómicas. Hsieh llevó dos informes a la reunión con la funcionaria del Ministerio de Salud y le detalló cada uno de estos documentos, pero nunca tuvo respuesta. Tampoco lo contactó la Cancillería o alguna otra dependencia del gobierno argentino para analizar la documentación entregada.
Taiwán combatió al virus y alertó a la OMS, a la Argentina y a la humanidad del peligro que suponía el nuevo patógeno. Pero fue ignorado y aislado por presiones del Partido Comunista de China, que ocultó la información para lograr cerrar el acuerdo comercial con Estados Unidos. El mundo pagará las consecuencias con una recesión sin precedentes, un avance del Estado sobre los individuos y con una China más fuerte. Mientras tanto, los taiwaneses duermen tranquilos: hicieron los deberes a tiempo.
Fuente: ALT MEDIA